Es innegable que cada día interpretamos la información que nos rodea: ocurren cosas, se dan situaciones, intercambiamos diálogos con los demás, observamos qué pasa a nuestro alrededor y todos estos estímulos que llegan a nosotros continuamente hacen que realicemos inferencias.
En 1985, el psicólogo estadounidense Chris Argyris comenzó a hablar de la escala de inferencias como un proceso interno que influye en cómo captamos la información para utilizarla después en nuestra toma de decisiones. Como veremos, no siempre nos llevará a una buena decisión, incluso puede llevarnos a un conflicto.

Imagen: elaboración propia
Se suele explicar con una escalera:
1. REALIDAD – HECHOS – SITUACIÓN
Partimos de una situación concreta en la que se produce un hecho, cualquier momento en el que somos protagonistas, observadores o parte interesada.
Vamos a poner un ejemplo: imagínate que hay un coche mal aparcado en la puerta de tu garaje y tienes que hacer una maniobra muy justa para poder pasar.
2. INTERPRETACIÓN – SELECCIÓN DE DATOS
Si la situación nos afecta o no nos parece correcta la actuación de la otra persona, tendemos a interpretar. ¿Por qué ocurre esto? Muy sencillo: el cerebro huye de la incertidumbre y cuando percibe que una respuesta se escapa a la lógica o a lo que debería ser, comienza a buscar interpretaciones. Y en este punto selecciona determinada información con el fin de que todo encaje, aunque esa información esté sesgada o solo se haya tomado la parte que conviene para que el cerebro no entre en contradicción. Podríamos decir que elige el “camino fácil”.
Siguiendo con el ejemplo: “ha dejado el coche ahí porque era lo más cómodo, mira que podía haberse molestado en buscar sitio, pero claro, lo mejor es soltarlo donde mejor te viene”.
3. JUICIOS Y OPINIONES – ATRIBUCIÓN DE CAUSAS – ARTICULACIÓN DE LA HISTORIA
En este punto, con esa interpretación comenzamos a emitir juicios y opiniones sobre la situación o la persona, le atribuimos causas (“nuestras causas”) y con todo ello construimos una historia que, para nosotros, tiene sentido. Y tiene sentido porque necesitamos dárselo, aunque seguramente lo que ha ocurrido nada tenga que ver con esa historia.
Continuando con nuestro caso: “menudo caradura, seguro que es el típico chulo que se cree con derechos para aparcar donde quiera y pongo la mano en el fuego a que está tan tranquilo por aquí cerca haciendo la compra o tomando un café”.
4. DECISIÓN – GENERALIZACIÓN – EMISIÓN DEL JUICIO
Tomamos entonces una decisión sobre lo ocurrido o sobre la persona, con esa historia generalizamos un comportamiento o una opinión sobre algo y finalmente, llega el juicio. El momento más peligroso de las inferencias: juzgar al otro.
En el ejemplo: “si es que todos los que tienen esa marca de coche son iguales, qué falta de educación y de empatía. Si se lo hacen a él seguro que se pone como un loco”.
5. CONCLUSIONES – ACCIÓN – COMPORTAMIENTO
El final de la escalera es derivar todo lo anterior en acción: decido qué hacer, cómo reaccionar y establezco mi modo de comportarme hacia la otra persona o dentro de la situación.
Rematamos la faena: “pues se va a enterar, voy a esperarle y en cuanto le vea venir, me va a oir. Es más, estoy hasta pensando en llamar directamente a la Policía y que se lleve el coche la grúa, así aprende para otra vez.”
(Y ahora dime que no te ha ocurrido algo similar, reconozco que a mí sí).
¿Esperamos a que nos cuente el dueño del coche su historia?
En ese momento llega él, corriendo y con cara de apuro. Se dirige a la otra persona y le dice: “Le pido mil disculpas, señora, sé que no debería haber dejado el coche ahí. Lo he puesto de forma que molestara lo menos posible. Mi madre está muy mayor, me han llamado porque se había caído en su casa y he venido lo más rápido que he podido. Ahora que he dejado a una vecina con ella, he bajado de nuevo a colocar mejor el coche para que no obstaculice a nadie. Le ruego me disculpe, ha sido una emergencia”.
Todos hacemos inferencias cada día, en todos los ámbitos de nuestra vida tanto personal como profesional, pero… ¿crees que podríamos evitar muchas de ellas? ¿Y si nos damos una oportunidad y se la damos a los demás?
Vamos aún más allá: ¿haces inferencias sobre ti mismo?
Es decir: ¿Interpretas lo que te pasa, te atribuyes causas que nada tienen que ver con la realidad, te enjuicias a ti mismo (con el consiguiente sentimiento de culpa) y finalmente, tomas una decisión equivocada?
La escalera de inferencias es una fuente constante de conflictos entre las personas, donde se llega a malentendidos y discusiones que se podrían evitar.
Así que…
- Ponte en el lugar del otro
- Piensa si conoces realmente su historia
- No juzgues sin saber, sin cotejar, sin comprobar. Y aún así…no juzgues.
- Hay mas de una realidad y la tuya no tiene porqué ser la correcta.
- Deja las etiquetas a un lado, parte de cero.
- No presupongas porque sea lo más cómodo.
- Evita la subjetividad que te hace sentir más seguro en tu idea del otro.
- Sé generoso contigo mismo para equivocarte, reconocerlo y hacer algo al respecto.
Detrás de cada decisión siempre hay una emoción, es muy importante tenerlo en cuenta.
Sobre este tema tengo la suerte de compartir con Lucía Moro una formación el próximo mes de octubre en la Cámara de Comercio de Oviedo, que lleva por título «Resolución de conflictos: claves para crear relaciones profesionales efectivas». ¿Nos vemos allí?