A mí me gusta viajar en coche, lo prefiero a ir en moto.
Y eso que el viaje en moto tiene su aquel, yo voy atrás, con lo cual el viaje cambia totalmente. Las sensaciones son distintas, no tienen nada que ver. A veces, siento miedo porque se percibe la velocidad de forma distinta, porque sientes el asfalto muy cerca, porque cada curva es una aventura, porque un error del piloto podría ser fatal y aún así tengo plena confianza en su pericia…si lo has probado, sabes de qué hablo. De vez en cuando voy en moto, reconozco que no es algo que me apasione, lo disfruto por momentos.
Pero estoy segura de que tú, a pesar de que no haber montado nunca en moto, de no haber pilotado y de no saber qué se siente, tienes espíritu motero ante la vida. Hay muchos más moteros de los que te imaginas.
La gente que va en moto por la vida siente el aire en la cara, vive cada curva como un reto, se adapta a la carretera, esquiva los baches que se pueda encontrar, se concentra en cada tramo de carretera, está atento a cualquier piedra que haya en el camino, sortea obstáculos imprevistos y vive el viaje como si fuera único.
¿A que en el fondo tienes mucho de eso?
Los moteros van en grupo, se organizan como un equipo: uno planifica la ruta, otro decide el lugar dónde comer, otro la hora de salida, otro las paradas. Todo funciona como una máquina, su objetivo es común: disfrutar del viaje y que todos vuelvan sin sufrir contratiempos.
No tiene tanta importancia el destino, como ocurre cuando vas en coche, que lo quieres es llegar cuanto antes. Ellos lo que quieren es sentir emociones durante el viaje, recrearse en cada curva, porque lo mejor es la propia ruta, el camino hacia el lugar de destino. Cuando se cruzan con otros moteros, se saludan siempre, porque están hechos de la misma pasta, son otro mundo, van por la vida igual que tú: sintiendo pasión por lo que hacen, experimentando, aprendiendo, poniéndose a prueba constantemente, por carreteras con curvas.
Porque los que van en coche por la vida ven las cosas de otra forma: van más cómodos, más seguros, acompañados, les indican el camino, tienen aprendidas las maniobras, cambian de velocidad de forma automática, hasta pueden marcar la velocidad que quieran y el coche ya se encarga de mantenerla. No se saludan con otros, hasta los insultan sabiendo que no les oyen, van a su rollo, están en su zona de confort, ponen aire si hace calor y calefacción si hace frío. En moto, pasas frío y pasas calor a partes iguales…y lo sabes, pero te expones a ello: como un valiente, no queda otra, eres motero, tienes espíritu motero.
En el viaje de la vida, tú decides si prefieres ir en coche o en moto, tú decides cómo quieres disfrutar del viaje, tú decides si quieres ir por autopista o por carreteras secundarias, tú decides si te compensa no sentir ni frío ni calor, tú decides cómo quieres llegar a tu destino: si quieres recrearte en el camino o prefieres poner el piloto automático.
Conoces más moteros de los que imaginas, seguro que ahora te será más fácil identificarlos, hazte amigo de ellos, trata de entenderlos y si alguna vez te apuntas a hacer ruta con ellos, serán los primeros en alegrarse, como hacemos los moteros de la vida: ayudarnos, apoyarnos y dar la bienvenida al que quiera unirse al viaje.
Y decidas lo que decidas, si finalmente te decantas por el coche, hazme caso:
baja la ventanilla de vez en cuando, sólo para que sepas lo que es sentir el aire en la cara.